En su tratado sobre la visión (Óptica, color y visión, UNAM, 1984), Wingarden demuestra que todos los
seres humanos tenemos un punto ciego. Lo hace a partir de pruebas médicas –que aquí
no vienen al caso-, y de experimentos lo suficientemente claros como para poder
ponerlos en duda.
Aun así, el propio Wingarden acepta que ese punto
ciego –el verdadero punto ciego de un individuo-, es desconocido para el propio
individuo que lo padece. De hecho, a partir de una serie de observaciones –que puede
usted mismo buscarlas, si le interesan-, Wingarden demostró que somos incapaces
de integrar el punto ciego a nuestro campo normal de visión, aunque un
especialista nos demuestre, incluso, nuestro error o incapacidad.
Por otro lado –y he aquí lo central del trabajo de
Wingarden-, debido a la existencia de este punto ciego, ningún individuo podría
jactarse de ver totalmente la
realidad. O no de forma íntegra, al menos. Debido a esto, las distintas
visiones recogidas por los individuos debiesen trabajar de forma
complementaria, si se quiere tener la posibilidad de llegar a un conocimiento
acabado sobre cualquier tipo de fenómeno.
Y es que el punto ciego del que habla Wingarden no
se aplicaría solo a realidades macro, ni tampoco sería algo exclusivo de un
sentido de percepción específico (en este caso la vista).
En este sentido, la propuesta vendría a ser que ese
punto ciego opera al nivel del tacto, de la audición, del gusto… y hasta del
entendimiento en su totalidad. Es decir, se trata de un punto ciego que opera
al nivel general de la comprensión, tanto de aquello que somos, como de aquello(s)
que nos rodea.
Veamos si entendimos, ¿existe un punto ciego en el
ser que amamos, en el Dios que creemos, o hasta en la visión que tenemos de
nosotros mismos…?
Wingarden responderá que sí, por supuesto, y
concluirá diciendo, que ese punto ciego es además el respiradero por el cual se
mantiene viva la realidad, permitiéndole al hombre trasladarla desde el lugar
en que existe fenomenológicamente, hasta el órgano aquel en que la comprensión
y la creencia se aúnan y nos ayudan a construir un sentido para nuestra propia
existencia.
¡Buenas palabras, Wingarden…!
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