Aprendió a desarmar y armar el motor de su auto.
Vio diversos videos en internet e imprimió un manual donde se explicaba, de
forma detallada, lo que debía hacerse paso a paso. Al leerlos, descubrió que no
le costaba entender la explicación, aunque se confundía un poco con el nombre
de algunas piezas. Por lo mismo, dedicó unos días a aprender los nombres.
Incluso dibujó y pintó las piezas para memorizarlas de mejor forma. Solo
entonces -tras comprar las herramientas necesarias-, se dedicó a desarmar el
motor. Primero retiró el aceite, el radiador, desconectó con cuidado cada uno
de los cables que estaban unidos a él y todo aquello que le era necesario para
poder trabajar de buena forma. Entonces, cuando ya hubo hecho espacio suficiente,
desencajó el motor y lo llevó hasta un gran mesón, donde comenzó a desarmarlo.
Sintió que demoró lo mismo en poder sacarlo del auto que en desarmarlo. Cuando
ya tuvo todas las piezas sobre el mesón, buscó el mejor ángulo y se sacó una
foto con ellas. Tomó varias, de hecho, hasta lograr que se apreciaran todas las
piezas. Compartió desde su celular la foto con sus amigos quienes hicieron
algunos comentarios. Algunos bromearon, incluso, diciéndole que terminaría
armando un gran consolador o una podadora. Él contestó, por supuesto y se
comprometió a enviarles nuevas fotos al día siguiente, cuando todo estuviera
armado. Veinte horas después ya estaba armado el motor y volvió a enviar fotos.
Nadie se lo dijo, pero él pensó que podría haberlos engañado enviándoles fotos
previas. Al día siguiente, tras el triple de esfuerzos de los que creyó necesarios,
volvió a poner el motor y dejó el auto como estaba. Probó entonces si el motor
encendía y se alegró cuando encendió. Se sintió tan orgulloso que grabó un
pequeño video mientras sacaba el auto del garaje y se los envió a sus amigos. Ya
en la calle, tras el volante, se dio cuenta que no sabía todavía dónde ir. Lo pensó
por un momento, pero no se le ocurría nada. De todas formas, comenzó a avanzar,
para no perder tiempo, en dirección a la avenida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Seguidores
Archivo del blog
-
►
2024
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2023
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2022
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2021
(365)
- ► septiembre (30)
-
▼
2020
(366)
- ► septiembre (30)
-
▼
abril
(30)
- El mal ladrón.
- Imaginación en detalle.
- Encuentre, usted, las diferencias.
- Un McDonalds en Praga.
- Dudosas estrategias de motivación a la lectura (I)
- Apuntes del proceso creativo (I)
- En una tienda de discos.
- Un ritual innecesario.
- Cantar tres veces la canción de cumpleaños.
- Un día se desesperó, totalmente.
- El motor de su auto.
- No limpiamos las ventanas.
- Inacabado.
- Cifras.
- El dolor porque sí.
- Llorar sobre la tumba equivocada.
- El truco ese de sacar manteles.
- Cuando hacía algo bueno le salían ronchas.
- Un astronauta que nunca fue al espacio.
- Ella, con un vestido rojo.
- El cuerpo de un ahogado.
- En el bosque.
- Un círculo se cierra.
- Un hombre sobre un nido.
- Uno se termina acostumbrando.
- ¿Escribir es siempre escribir algo?
- Señaló el mal, pero no indicó el remedio.
- Que había sido panadera.
- Piojos.
- ¿Qué es todo lo demás?
-
►
2019
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2018
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2017
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2016
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2015
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2014
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2013
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2012
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2011
(365)
- ► septiembre (30)
No hay comentarios:
Publicar un comentario