Tengo una tía que era profesora normalista.
Vivía en el sur.
En una cabaña retirada que había en un cerro, cerca
de Temuco.
Nadie la quería, en aquel lugar.
Tampoco en ningún otro.
Algunos familiares contaban historias de su
crueldad.
A mí me gustaban esas historias.
Un día fui a visitarla.
Mientras llamaba a la puerta me fijé que sobre un
árbol, en una rama muy alta, estaba parada una gallina.
No se me ocurría cómo había logrado llegar hasta
ahí.
Tampoco se veían otras ramas por donde pudiese
bajar.
-Esa gallina de mierda está aprendiendo su lección –fue
lo primero que dijo.
Luego explicó que el ave, se subía siempre a las
ramas bajas de los árboles.
-La última vez la obligué a subir más alto…
-continuó-. Luego corté las ramas por las que había subido y la cobarde no
quiso bajar.
-¿Desde qué hora está ahí? –le pregunté.
-Desde hace dos semanas –contestó mi tía.
Yo no hice ningún comentario.
Y claro… eso fue todo lo que hablamos el primer
día.
Esa vez me quedé el fin de semana en aquel lugar.
El día que me venía, la gallina cayó muerta desde la
rama.
Estaba flaca y rígida, en el piso.
Mi tía reclamaba porque la galina no se iba
poder aprovechar.
-Esa carne debe estar incomible –decía mi tía.
Eso fue hace veinte años.
Murió recién ayer, la muy puta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario