domingo, 2 de febrero de 2020

Miel.


Vivió principalmente a base de miel durante más doce años. En una isla pequeña, en el extremo austral del país. Estuvo solo durante la primera mitad de esos años. Luego, él mismo ayudó a rescatar dos náufragos que se quedaron en la isla durante los años restantes. Ellos, a su vez, lo ayudaron a construir nuevas señales para pedir ayuda, pero lo cierto es que nadie se acercaba hasta aquella zona. Los náufragos habían sido, por supuesto, una excepción, aunque no explicaban con claridad cómo habían llegado hasta el lugar. Según lo que contaron, habían estado varados en otra isla hasta que construyeron una balsa, que se había roto tras unas horas en el mar. No explicaban, sin embargo, nada previo a ese accidente.

Durante los años que vivieron con él, se dedicaron principalmente a la pesca. Sabían encender fuego con relativa facilidad y mejoraron las condiciones de la única vivienda. Él, en tanto, seguía preocupado de la producción de miel, puesto que a los dos náufragos no les gustaba acercarse a las abejas.

Durante el último año que estuvo ahí él comenzó a tener fiebres, con cierta regularidad. Cuando esto sucedía, lo afectaba de tal manera que él llegaba a preguntarse si realmente existían sus compañeros, o si estaba realmente en una isla. Como se comportaba de manera extraña los otros decidieron amarrarlo cuando esto le ocurriera, por mayor seguridad.

Una noche, mientras estaba amarrado, logró cortar la cuerda que lo sujetaba y sin pensarlo demasiado, golpeó la cabeza de uno de los otros con una roca, hasta matarlo. El otro hombre se despertó con el sonido, pero no alcanzó a evitar que la piedra también partiera su cráneo, momentos después, sin alcanzar a entender qué sucedía.

Ya sin fiebre, días después, enterró los cuerpos y se deshizo de todo aquello que podía constituir evidencia de la presencia de aquellos hombres. Fue así que, cuando lo rescataron, un par de meses más tarde, nadie sospechó de lo que ahí había ocurrido.

Él mismo, de hecho, duda hasta el día de hoy de aquel asunto, pues ni siquiera recuerda el nombre de esos hombres.

-Si existieron, creo que nunca se los pregunté… -me dijo, cuando me contó la historia.

Hoy trabaja vendiendo miel, en el sur, y arrienda una cabaña pequeña, en la que me estoy quedando.

No hay nadie más, me parece, en este lugar.

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