Sin duda
hay cosas
escondidas en el cosmos.
En lo pequeño
y en lo grande
han escondido
las cosas.
Alguien las puso
por ahí
sin decir para qué,
como si de un juego
se tratara.
No son para mí
aquellas cosas;
o más bien,
no son solo para mí.
Sin duda hay cosas
para todos
en el cosmos.
Puedes encontrarlas,
de hecho,
si estás atento
y no te preguntas
para qué.
Yo mismo,
sin buscar,
he encontrado varias.
Y es extraño,
pero por alguna razón,
que no comprendo,
te alegras al hacerlo.
Disfrutas el encuentro,
digamos,
sin tocar siquiera
aquello encontrado,
pues comprendes
que ya estaba
en el lugar correcto.
Sin duda hay cosas
escondidas en el cosmos.
Y al descubrirlas te preguntas,
tal vez,
si nosotros para el cosmos
somos también
cosas escondidas.
Podemos pensar que sí,
ciertamente,
pero si no,
¿qué somos, para el cosmos…?
¿Parte de él…?
¿Cosas escondidas…?
¿O somos acaso otro cosmos
para el cosmos?
Todo eso puedes preguntarte,
como si de un juego
se tratara.
Y buscar respuestas,
entonces,
como si estuvieran
escondidas en el cosmos.
Descubrirás,
sin embargo,
que nadie escondió respuestas.
Y que las cosas son cosas,
simplemente,
pero no respuestas.
Alégrate con eso
y no insistas en buscar
que ya es más que suficiente.
Ya es un milagro, digamos.
Y hay cosas para todos
en el cosmos.
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