miércoles, 5 de febrero de 2020

Fuimos a ver a M.


Fuimos a ver a M. porque lo dieron de alta del hospital. Estuvo internado por poco más de dos meses. Se veía más repuesto, aunque todavía no puede caminar bien y deben atenderlo casi en todo momento. Según los médicos, se supone que no tendrá secuelas y estará caminando prontamente y hasta debiese volver a trabajar, cuando comience marzo. Por eso me extraña verlo comportarse tan extraño, y exigir ahora, por ejemplo, que armemos nuevamente el árbol de navidad, ya que no habría podido celebrarla en la fecha correcta.

-Es Febrero -le decimos-. Y nunca antes has celebrado navidad.

-Quiero que pongan hartas luces, en el árbol -continúa M., sin escucharnos-. Quiero verlas encendidas en el día… Ver luces encendidas en el día…

Para no hacerlo pasar un mal rato evitamos discutir y le armamos el árbol. Incluso le pusimos las luces y se las encendimos.

-Igual se ven las luces -dijo M., algo decepcionado-. ¿Pueden poner el árbol en el patio, bajo el sol… y volver a encenderlas…?

Dudamos un poco, pero terminamos haciéndolo. Sacamos varios alargadores y logramos poner el árbol justo al medio del patio, bajo el sol. Mientras lo hacía pensaba en el estado de M. En el estado mental, me refiero.

-Se notan apenas… -dijo un poco más alegre-. Tal vez con más luz ni siquiera se vean.

-¿Quieres que no se vean, pero que estén encendidas? -le pregunté entonces.

M. No respondió, y siguió mirando las luces del árbol, concentrado.

-A lo mejor vamos a tener que llevarlo de vuelta al hospital -comentamos nosotros, en voz baja, mientras lo observábamos.

-Si se tratase de una historia -dijo de pronto M., sin mirarnos-, ahora debiese comenzar un párrafo con un desenlace o una explicación breve para lo que está ocurriendo…

Nos quedamos en silencio, sorprendidos.

-Pero esto no es necesariamente un cuento -completó, luego de un rato-. Y ni siquiera sé qué significa…

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