viernes, 11 de abril de 2025

Y qué.


I.

Sé prudente.

No al vivir.

No al creer.

Pero sé prudente.

Sobre todo si hay lluvia, debes serlo.

Yo no lo sabía y ya ves.

Ahora escucha:

Los ladridos de ese perro, en la distancia, parecen carcajadas.

Nada dice, pero puedes pensar que sí.

Para no seguir consejos, por ejemplo, sé prudente.


II.

El olor a gas al llegar a casa.

Yo abro la puerta, lo huelo y pienso que es el olor de Dios.

No el olor propio, por supuesto, pues Dios tampoco tiene olor, como el gas.

Pero las ideas que se tienen sobre él le otorgan ese aroma, supongo.

La muerte un poco más cerca, dice alguien.

Una vez, de pequeño, encendí un fósforo a escondidas en una iglesia.

No había olor esa vez.

No a gas, por lo menos.

Pero uno nunca sabe.


III.

Ella alega que cuando no sabe de qué hablo, le da hambre.

Yo le digo, entonces que no es cierto.

Que probablemente se confunde.

Que el hambre siempre es propia, a fin de cuentas.

Se lo digo al llegar a casa, cuando la encuentro tendida, en el suelo.

En medio del olor a gas.

Entonces me molesto, pues no sé si me ignora o simplemente está dormida.

Sé prudente, me digo.

Debes serlo.

Aunque nadie sepa realmente, de qué hablas.

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