I.
No sé quién le enseñó, pero desde hace unos días mi perro camina en dos patas.
No digo que lo haga todo el tiempo, por supuesto, pero de vez en cuando lo veo pararse en dos patas y dar unos pasos, como si estuviese practicando para algo.
Me refiero a que no intenta hacerme alguna gracia, sino que da pasos por su cuenta.
Le cuesta equilibrarse, sin duda, pero yo diría que progresa poco a poco.
Primero ponerse en pie, luego un par de pasos, y ahora podría decirse que está adquiriendo un estilo propio.
Ayer, incluso, intentó subir en dos patas las escaleras, aunque apenas llegó al cuarto escalón.
II.
Grabé un video de mi perro y lo subí a internet.
Por lo general no uso redes, pero quise ver qué opinaban los demás.
De todas formas, no entendí los comentarios que escribieron.
Algunos hablaban de crueldad y otro decían que no debía bromear con esas cosas.
Extrañamente, viendo el video, me percaté que el rostro de mi perro también había cambiado.
Se veía más humano, de cierta forma, y hasta un poco envejecido.
Entonces fui a verlo, para corroborar esa impresión, y lo encontré en dos patas, apoyado contra uno de mis libreros y rasguñando –con sus patas delanteras-, un libro de Knausgard.
III.
Para evitar problemas bajé de internet el video de mi perro.
Incluso compré una especie de arnés que le impide ahora pararse en dos patas.
Mientras se lo ponía, parecía molesto, pero intenté explicarle que debemos, ante todo aceptar nuestra naturaleza.
Desde entonces, permanece arisco, gruñendo en un rincón del patio.
Se ha negado a comer y me muestra los dientes, cuando me acerco, pero estoy seguro que se le va a pasar.
Es una etapa, simplemente.
Así somos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario