sábado, 12 de abril de 2025

Una mandarina.


Me dijeron que pensara en algo que no pudiese matarnos y yo pensé en una mandarina. Pequeña, redonda, madura y todavía sin pelar. No debía decir en qué estaba pensado, pero tenía que imaginarlo durante al menos un par de minutos. Esa era la instrucción que me habían dado, y yo la seguí tal cual me la dijeron. Luego, me pidieron que recordara aquello en que había pensado y que lo volviera algo así como un amuleto. Uno secreto, por cierto. Una especie de objeto imaginario al que pudiese volver cuando lo sintiese necesario. Cuando estuviese en medio de cosas que sí pueden matarnos y tuviese algunas dudas. Porque la mayoría del mundo, me advirtieron, estaba formado por ese tipo de cosas… aunque no necesariamente busquen matarnos todo el tiempo.

-Lo bueno de que hayas elegido una mandarina -me dijeron entonces, adivinando mi elección-, es que puedes recordar el olor si estás confuso, o el sabor… sin necesidad de visualizarla totalmente.

-Igual el sabor no me gusta tanto -señalé, todavía sorprendido-. Pero el olor sí... Lo que pasa es que no como mandarinas…

Hablamos un rato más luego de esto. O me dieron otras lecciones más bien. Todas ellas asociadas a aprender a vivir entre aquellas cosas que podían matarnos. Poco a poco o de una vez, me dijeron. Pero la muerte es la misma.

-La única protección -repitieron, antes de irse-, es rodearnos de aquello que no puede darnos muerte.

Y claro, yo los escuché e intenté comprender su mensaje.

No obstante, protegerse me pareció también una forma de morir, así que busqué otros métodos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales