domingo, 13 de abril de 2025

El reflejo de las luces de neón.


Las letras hechas con luces de neón se reflejan sobre el agua.

Pero en el agua, ciertamente, nada dicen.

Uno intenta leerlas, entonces, pero se mueven todo el tiempo y el reflejo se dispersa, como si se tratase de luces en polvo.

O parecidas, tal vez, a peces fosforescentes.

Más tarde, en todo caso, las luces de neón también se apagan.

O son apagadas, más bien, por otras gentes.

Entonces, la oscuridad aprovecha un par de horas para vagar por la ciudad.

Para recorrer calles y agua y adoquines hasta que el amanecer la desvanece.

Hay bicicletas, por cierto, abandonadas por toda la ciudad.

Y a veces la oscuridad se monta en ellas, para conducir a ciegas.

Si hay hombres, a esta hora, ellos casi no son hombres.

Son como bultos, simplemente, apilados en un muelle.

Esto vemos, ahora, pues ha comenzado a amanecer.

Todo está frío en la ciudad y hay tal cantidad de nubes que, desde fuera, no podrían vernos.

Y es extraño, pero el amanecer en la ciudad parece ser una pregunta.

Una que nadie responde, ciertamente.

Sobre el agua, un ahogado no comprende qué pasó.

Su cuerpo flota hasta llegar a una orilla.

Es como las luces de neón, me digo, que en el agua nada dicen.

Sí, eso es: como el reflejo de las luces de neón.

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