La que más recuerdo es la escena de los leprosos. Esa que comienza cuando le dicen al rey que es peor castigo para la reina Isolda ser entregada a ellos, que morir en la hoguera. Así, para convencerlo, le describen al rey su condición, y enfatizan la constante repugnancia que ha de sufrir Isolda entregándose a cada uno de los cien leprosos que requerirán de ella continuamente, pues la enfermedad los exacerba, según dicen, y aumenta su apetito sexual. Entonces el rey, tras pensarlo un poco, acepta de buena gana ese nuevo castigo, sobre todo tras escuchar a la propia reina quien ruega por la muerte en el fuego antes de ese otro destino recién sugerido. A continuación, por cierto, cuando los leprosos se llevan a la reina, llega el momento que realmente me impacta: Tristán, junto a algún otro caballero, intercepta a los leprosos y los amenaza para que le entreguen a Isolda. Se trata del mismo Tristán contra el que todos los otros caballeros de la corte, temerosos, se han negado a combatir. Sin embargo, esta vez, los leprosos están dispuesto a pelear por el derecho a poseer a la reina. Poco les importa su vida, pero es algo por lo que vale la pena luchar. Algo que disminuiría la afrenta de ser quiénes son. Algo justo, entonces, y por eso luchan.
Lamentablemente, Isolda es rescatada por Tristán, y vence de esta forma la podredumbre del amor, por sobre la podredumbre de la carne. Fantasía sobre fantasía y poco más.
Eso es lo que más recuerdo.
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