jueves, 10 de abril de 2025

Una caja con cucharas.


I.

Encontré una caja llena de cucharas.

Una caja de madera, detallo, con cucharas de metal.

Las cucharas, por cierto, no eran de ningún metal en especial, simplemente eran cucharas metálicas.

No tenían un valor especial, quiero decir.

Solo cucharas, nada más.

Cucharas de distinto tamaño y formas, observé, aunque ninguna era lo suficientemente especial como para diferenciarla y guardarla en mi memoria.

Frente a ellas, entonces -y sin saber por qué-, me dediqué a contarlas.

No recuerdo ahora el número exacto, pero supongo que me tranquilizó en ese momento saber cuántas eran.

Por último, volví a meterlas en la caja, esta vez agrupadas por tamaño.

Y dejé la caja, recuerdo, en el mismo lugar en que la encontré.


II.

Pasó el tiempo.

Años después, en una casa que arrendé en vacaciones, encontré también una caja con cucharas.

Yo ya era otro, pensaba, y solo entonces recordé a aquel yo que había encontrado, antiguamente, la otra caja.

Ese otro las contó en aquel momento, y las agrupó por tamaños, me dije.

Y claro, como yo pensaba que era otro, me negué a contarlas y a ordenarlas y dejé esa caja, también, en el mismo lugar que la encontré.

Me sentía tentado, por supuesto, de contarlas y agruparlas y hacer lo de antaño, pero me contuve.

Ahora -nuevamente años después-, tengo miedo de encontrarme otra vez con una caja como esas.

Y es que no sé, si soy sincero, qué es lo que ante ella, debería hacer.

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