I.
Son noventa y siete las lunas sin Júpiter.
Dos más, según entiendo, que las lunas con Júpiter.
La diferencia –que también es dos-, se debe mayormente a que dos lunas sin Júpiter ya existían desde antes.
Al mismo tiempo, me refiero, que las noventa y cinco que existían con Júpiter.
Júpiter, extrañamente –sin intermitencia alguna-, desconoce por igual, la existencia de ambas.
II.
A pesar de las cifras mencionadas en la sección previa –y de un involuntario juego de palabras que puede llevar a una mínima confusión-, existe el consenso general de no contar –en el sentido de numerar, me refiero-, las lunas sin Júpiter.
De hecho, ya el solo hecho de nombrarlas de esa forma, suele molestar a algunos.
Estos mismos –intransigentes y molestos, hay que decirlo-, suelen corregir también otras expresiones, y prefieren decir “lunas de Júpiter”, antes que cualquier otra expresión.
Yo, por supuesto, los dejo vociferar sus razones, sin prestarles mayor atención.
Y es que, si soy sincero, no me afectan en lo absoluto.
III.
Pero volvamos mejor a las lunas sin Júpiter.
A cada una de las noventa y siete, propongo que volvamos.
Observémoslas así, sin verlas, existiendo sin Júpiter, y orbitando en torno a la ausencia de él.
Sé que suena extraño y hasta erróneo, pero no vengo aquí en busca de correcciones.
Vengo más bien por ellas mismas, porque tienen el derecho de ser vistas.
Y porque así, probablemente, dejemos de fingir que comprendemos, como funciona el universo.
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