Cada uno tiene, al menos, la sombra que le corresponde.
Poco más, supongo, nos corresponde.
El otro día, por ejemplo, veía una serie sobre unos tipos que viajaban en un barco ballenero.
Y esa misma noche, más o menos, soñé que iba en él.
Era un sueño oscuro, lleno de olores fuertes y sensaciones desagradables.
Por lo mismo –y porque no me correspondía-, decidí salir de ahí.
Busqué por varios lados, en el sueño, pero no encontraba un lugar de salida.
En cambio, descubrí un gran número de cuartos pequeños, y otros sitios para esconderme.
No estaban mal, por cierto, aquellos sitios, pero no eran lo que yo buscaba.
Yo quería salir de aquel barco ballenero.
Y esconderse no es salir, me dije.
Fue así que, en cubierta, mientras varios hombres quemaban grasas y algunos restos en unos tarros de metal, me acerqué a un borde del barco que estaba expuesto, para lanzarme al agua.
El mar estaba inquieto y parecía peligroso, pero de todas formas yo sabía que estaba en un sueño, y que ese lugar no me correspondía.
Fue entonces que, cuando sentí que nadie me observaba, me lancé sin más.
Al caer me golpeé con un costado del barco y me sumergí muy hondo, mientras intentaba salir.
No sabía bien en qué dirección ir y fue entonces que, extrañamente, descubrí mi sombra.
Al interior del mar, me refiero, distinguí mi sombra.
Poco después, yendo hacia la dirección contraria, logré salir a la superficie.
Como si la sombra hubiese sido en realidad, un punto de apoyo.
Primero del mar, luego del sueño y más tarde a la vigilia, logré salir.
Ahora, tras descansar un poco, voy a seguir un poco más, a ver qué pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario