jueves, 6 de noviembre de 2025

No quedan ovejas, me dijo.


I.

No quedan ovejas, me dijo.

Algunos creen que lo son, pero lo cierto es que no quedan.

Míralos bien…

Todos somos lobos.

La mayoría venidos a menos, es cierto, pero lobos, al fin y al cabo.

Lobos que se desconocen, incluso, y cuya misma naturaleza ha comenzado a venirse abajo.

Y es que nada hay que cazar, después de todo.

Solo hay lobos.

Disgregados y sin horizonte claro, pero lobos.

Míralos bien.


II.

Prácticamente no hay lobos orgullosos de ser lobos.

No quedan de esos, quiero decir.

No hay orgullo alguno de andar sobre las piedras rebuscando algo.

A veces, es cierto, de puro aburrimiento hay cambio de roles.

Y uno de los lobos acepta el juego y se deja dar alcance.

Por lo general son lobos viejos, y su carne es amarga.

Y la mayoría de ella queda simplemente ahí, sobre las piedras.


III.

No es solo que no queden ovejas, dice ahora.

A veces hasta pongo en duda que estas hayan existido alguna vez.

Míralos bien.

Tal vez había más hambre simplemente, y las reglas del juego fueron otras.

Pero los tiempos cambian, claro.

Y llegamos así al hoy, en el que a nadie ya le importa aquel juego.

Miles de millones e incluso así estamos en peligro de extinción.

Puede verse en los ojos.

Y es que todos somos lobos, pero nadie quiere serlo, realmente.

O casi nadie.

Míralos bien.

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