-Servía la comida en platos tan bien diseñados -me dijo-, que no parecían realmente platos de comida…
-¿Y qué parecían entonces? -pregunté.
-Parecían fotos de platos de comida -contestó-. No sé bien cómo explicarlo. A mí, por ejemplo, se me quitaba el hambre al verlos… y no porque hayas sido poco apetitosos, sino porque no eras digno de comer aquello. Me refiero a que tu hambre era demasiado insignificante como para desarmar aquello. Eso provocaba su comida.
-¿No estarás exagerando un poco?
-No lo creo -continuó-, es solo que no los viste nunca… Verlos era como encontrarse con un portal… un acceso a otra dimensión en la cual, a diferencial de la nuestra, sí existía la perfección… Como esas casas de juguetes donde todo era perfecto y hasta tenías comida de plástico en cada uno de los platos.
-¿Y si era tan bueno entonces por qué quebró?
-Por lo mismo… -dijo algo molesta-. Parece que no prestas atención… Quebró porque nadie se atrevía a tocar sus platos… Preferías pedir algo para beber, tal vez… pero nadie comía aquello, finalmente…
-¿Me estás diciendo que nunca probaste el sabor de uno de esos platos?
-Exacto -contestó-. Y no me arrepiento. Me avergüenza incluso haberlos visto. No haber tenido un hambre digna de esos platos…
-Es claro que exageras -la in interrumpí, algo molesto-.
-Nada es claro -comentó-. Nada es nunca lo suficientemente claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario