-Quizá vino desde más adentro –le digo al doctor.
-¿Qué cosa?
-Lo que tengo en la garganta.
El doctor me mira entonces, algo molesto.
-¿Insiste en que tiene algo?
-Sí –reitero-, no es solo amigdalitis…
-Pues yo solo veo irritación, algunas heridas pequeñas quizá… nada más.
-¿Y no puede ver nuevamente… con más detención?
El doctor hace una pausa y luego advierte:
-Lo examinaré nuevamente, pero solo para que pueda irse más tranquilo…
Y claro, tras volver a examinar el doctor encuentra algo, que extrae con cuidado.
-Usted está loco –me dice entonces, de improviso.
Yo lo miro sin comprender.
-¿Cómo se metió eso ahí?
-¿Qué cosa, doctor?
-¿Va a fingir que no lo sabe?
-Es que realmente no lo sé… créame, doctor…
El doctor me mira por un momento, dudando si creerme o no, hasta que se decide a hablar.
-Usted tenía una palabra en la garganta –me dice.
-¿A qué se refiere con una palabra? –pregunto.
-Usted sabe lo que es una palabra mejor que yo, ¿acaso no es profe de lenguaje?
-Sí, pero…
-No diga nada –me interrumpe-, usted tenía una palabra en la garganta, la palabra hacía daño, así que la quité… dejémoslo así.
-¿Y qué palabra era, doctor? ¿Puede mostrármela?
-Digamos que era una palabra peligrosa, Vian… dañina…
-¿Puedo verla? –insistí.
-Tengo que decir que no –dijo entonces el doctor-, piense que es como un tumor o algo así…
-¿Y los tumores no se devuelven?
-No.
-¿Por qué? ¿Acaso no pertenecen a quienes se los extirpan?
-No –volvió a decir le doctor-. Los tumores no pertenecen a nadie, por algo se extraen…
-Pero…
-Nada, Vian. No insista. Piénselo así: una palabra, un daño innecesario. Ya no tendrá problemas con eso… Quizá usted intentó decirla hace mucho o simplemente no se dejó hacerlo… Lo importante es que está fuera…
-¿Y si vino de más adentro?
-¿Qué cosa?
-Lo que tenía en la garganta…
-¿Acaso quiere empezar todo de nuevo, Vian? ¿No sabe que las palabras no vienen de adentro? De adentro vienen los significados… se montan en las palabras e intentan, a medias, salir fuera… Piense mejor que el significado salió solo y dejo esa palabra vacía… como un traje…
-Pero…
-Nada, Vian. La consulta terminó y ya dije más de lo que era necesario.
-¿Eso es todo, entonces?
-Sí –afirma el doctor-, le haré una receta para que consiga algo para el dolor.
Así, finalmente, el doctor me extiende una receta y yo salgo de la consulta. Unos metros más allá, sin embargo, arrojo la receta a un basurero, e intento que el dolor, -si es posible-, me revele esa palabra.
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