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Aquella mujer sentada en el último vagón del subterráneo
Lleva una gran bolsa con semillas y elementos para jardín
Lleva a su izquierda también un saco de tierra fertilizada
y otra bolsa pequeña con un juego de pala y rastrillos
de no más de 10 pulgadas
Hechos como para un niño
Sobre su regazo
Blanca, de madera y con un techo rojo brillante
Reposa una pequeña palomera
De esas que te dan por dos dólares cuando tu compra supera los 50
Y que cuesta por sí misma, sin la promoción, algo cercano a los 15,
te dicen
Probablemente aquella mujer ahorró esos trece dólares
sin fijarse en aquella simpática casita
Sin percatarse que aquella palomera estaba inacabada
como una mujer sin vientre
Que era sólo un adorno más para un jardín también inacabado
Quién sabe con quién viaja esta mujer
O en quién piensa
O quién la espera
Quién sabe si compró alimento para aves
Para la entrada de esa casa sin entradas
Nadie sabe en la ciudad dónde crecerá el jardín
De aquella mujer del subterráneo
Nadie sabe por qué en medio del camino
Cuando el tren queda detenido en la oscuridad entre dos estaciones
Y los pasajeros deben descender a tientas guiados por un cordel que atan unos hombres a un costado del vagón
Y los niños aprietan las manos de sus padres extrañamente agitados
Nadie sabe por qué esa mujer no desciende y está sola
Nadie sabe qué está haciendo en medio de la oscuridad
Y definitivamente nadie sabe
Entre cuáles estaciones se encuentra
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