Llueve luz, de vez en cuando.
Igualito que ocurre con el agua, cae entonces la luz.
Forma charcos, incluso, cuando llueve mucho rato.
Y deja de haber noche, por cierto, cuando llueve de esa forma.
Entonces, probablemente por miedo, la gente prefiere resguardarse.
Se queda en casa, casi siempre, y cierra las cortinas para fingir que nada ocurre.
Hablan de otros temas, mientras llueve, como si nada extraño estuviese pasando allá afuera.
Es algo fácil, después de todo, pues no suena la luz cuando cae y se estrella contra las cosas.
Una de las pocas complicaciones que no pueden ignorarse, son las goteras que a veces existen en las casas.
Goteras de luz, en este caso, que dificultan el dormir y obligan a las personas a hablar brevemente sobre aquello.
Otra complicación, por cierto, son los niños.
Sobre todo aquellos más inquietos que salen a escondidas y regresan a sus casas con los pies brillantes.
Se quejan las madres entonces pues los chicos dejan marcas en el piso, como caracoles gigantes, y los retan y les dicen que dejen afuera los zapatos, para que la oscuridad los seque, cuando deje de llover.
Así son, más o menos, las lluvias de luz, de las que pocos hablan.
No sé por qué se producen y desconozco, de igual forma, si tienen alguna utilidad.
De cualquier modo, considero que son un fenómeno valioso y siento que no es sano seguir ignorándolas.
Por esto espero que usted, sinceramente, pueda sentirlo también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario