“El aba como imagen
del alba, y el cielo mismo,
derrumbándose”.
P. A.
Se caen las cosas en el pozo de sí mismas y es entonces cuando las vemos.
Cuando flotan en el fondo y solo una parte de ellas es visible.
Una parte de ellas, apenas, y por si fuese poco a media luz.
Con eso nos conformamos y sobre aquello construimos lo que llamamos saber.
Y es que creemos que con eso alcanza y luego ya es tarde o al menos lo parece.
Así, al fin y al cabo, acostumbramos decir que lo poco que sabemos es seguro.
La superficie de las cosas, por ejemplo, nos parece cosa seria.
Por eso, nos apuramos a ponerle nombre y luego a construir sobre ella.
Sobre esa superficie que tomamos, entonces, por la cosa misma.
¡Cuánto apresuramiento y cuánta confusión al momento de situarnos entre las cosas!
¡Cuántos errores tomados de las manos como filas de niños pequeños!
Y claro, uno en medio de todo aquello, creyendo que sabemos, bajo el cielo que amenaza derrumbarse.
El cielo sobre nosotros.
Nosotros sobre las cosas.
Y las cosas cayendo al pozo de sí mismas, probablemente para ser vistas.
Flotando en el fondo del pozo, es cierto, pero vistas.
Mal entendidas, incluso, pero vistas.
Todo ahora que ha comenzado el alba también a agitar su propia imagen, como si fuese una bandera.
Justo ahora.
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