J. discute con M. pues no cree lo que este último le dice. Lo acusa de siempre exagerar o de inventar directamente y de hacerlo desde hace años, sin la más mínima vergüenza. M. se defiende de las acusaciones diciendo que el problema es de J., de su mente demasiado rígida y de su poco interés en comprender el funcionamiento de las cosas que son verdaderamente importantes y trascendentes.
-¡Trascendencia una mierda! –grita J., molesto-. ¿Cómo quieres que te crea esa historia tan hueona…?
La historia hueona a la que hace referencia J. –si bien no es precisamente una historia-, hace referencia a una supuesta noticia que M. contó minutos antes. Según M., en un país asiático habían diseñado y construido un nuevo tipo de automóvil compacto. Tan compacto que podía guardarse en su propio y pequeño maletero. Eso, al menos, según lo que cuenta M.
-Lo que pasa es que eres muy rígido –alega M.-, y te niegas a comprender. Solo tienes que imaginar el auto como un canguro, o un koala… o como cualquier marsupial que se guarda a sí mismo en su propia bolsa. Además acuérdate que se trata de un auto compacto, no de…
J. lanza cosas al piso y le dice a M. que se calle. Lo amenaza incluso con golpearlo si vuelve a decir algo más sobre ese supuesto auto. Le grita diciendo que abra los ojos, que mire la realidad: las cosas, las personas que lo rodean… Enfatiza que nada se pliega de esa forma… que ninguna parte de algo puede contenerse a sí mismo…
-No es cierto –alcanza a decir M, interrumpiendo a J., antes de recibir el primer golpe.
A pesar de esto M. sigue intentando explicar, pero solo se escuchan frases entrecortadas, mientras J. vuelve a lanzarle golpes, y se lanza sobre M. que ha caído al piso.
Minutos después, otras personas intervienen y logran sujetar a J, quien comienza a calmarse poco a poco.
Quién sabe, pienso yo, mientras lo observo, dónde guardó su rabia.
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