I.
Quédate tranquila.
Si caen las estrellas no lo harán en esta dirección.
Nada cae, de hecho, en esta dirección.
Puedes comprobarlo tú misma.
Mira los registros.
Pregúntale a cualquiera que consideres experto en estos temas.
Te aseguro que estarán de acuerdo.
Revisa los informes.
Comprueba los cálculos.
Las probabilidades de que ocurra son cercanas a cero.
No caerán, las estrellas.
O no caerán, al menos, sobre nosotros.
Todo está lejos de nosotros.
Y además, somos tan pequeños…
II.
A veces no se intuye, pero es así.
Lo digo pensando tanto en las estrellas,
como en aquello de ser pequeños.
Lo intuimos mal.
Pensamos todo con las dimensiones equivocadas.
Y claro, tal vez por eso tenemos miedo.
O lo teníamos, antaño.
Hoy ya olvidé lo que perdí.
III.
Quédate tranquila.
No sirve de nada otra reacción.
Y es que esas estrellas, probablemente ni siquiera existen.
No ahora, al menos.
No hoy.
Dejaron de ser, hace bastante tiempo.
Y no pueden caer, por supuesto, desde entonces.
Menos aún sobre nosotros.
Piénsalo así.
Tranquilízate.
Si algo caerá seremos nosotros y no nos daremos cuenta.
No nos dolerá, probablemente.
De hecho, ni siquiera sabremos que caímos.
Será como dormir, un poco.
Olvidaremos nombres y momentos.
Y su duele –un poquito-, olvidaremos qué dolió.