jueves, 3 de octubre de 2024

Una extraña atracción.


La atracción era, en resumen, una casa normal, solo que según lo que quisieras hacer en ella te cobraban una cifra distinta. De todas formas, como no existía un listado de precios, le pregunté al encargado que era lo más solicitado.

-No manejamos ese tipo de estadísticas -me dijo-, y aunque lo hiciéramos tampoco podría contarle, pero para que se haga una idea le diré que ese camión que ve ahí fuera acaba de dejarnos seis cajas repletas de platos.

-¿Platos? -pregunté- ¿platos para qué?

-Pues le diré a modo de confidencia -dijo ahora bajando la voz-, que hay muchas personas que pagan por romper platos dentro de la casa…

Lo miré extrañado.

-Ya sabe… -continuó-. Arrojarlos, estrellarlos contra el piso, o las paredes… Arrojar platos, como en las discusiones de antaño, en las películas.

-¿Pero los arrojan a alguien…? ¿O entran varios y se los arrojan entre ellos?

-Nada de eso -continuó, sonriendo-. Recuerde que solo se puede ingresar individualmente, luego de haber firmado una serie de permisos, seguros y contratos como los que tiene frente a usted.

Miré uno de ellos.

Mientras lo hacía él siguió explicando.

-Todo puede resumirse en la prohibición de autolesiones y de grabar nada en el interior -dijo-. El compromiso es que ni los que entran pueden grabar nada ni nosotros tampoco. Todo lo que ocurre al interior de la casa queda resguardado al interior de ella.

-Pero entonces -lo interrumpí-. Yo podría decir que quiero hacer algo en la casa… algo económico, por ejemplo, y luego hacer otra cosa que supondría un gasto mucho mayor…

-Hmm… puede ser -aceptó-, pero digamos que esto, como la mayoría de las cosas en la vida, se basan simplemente en la confianza.

Yo asentí, mientras volvía a mirar los papeles frente a mí.

Poco después llené mi solicitud y se la extendí.

Él la revisó.

-Debe firmar aquí si está de acuerdo -me indicó luego de escribir una cifra.

Yo hice unas cuentas, luego de observarla, y firmé.

Justo donde el hombre había dicho.

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