domingo, 13 de octubre de 2024

Tres mochilas.


I.

En mi primer año como profesor le dije a un alumno que se sacara la mochila. Se lo repetí incluso un par de veces tras ver que no se la quitaba para sentarse en su banco. Fue entonces que el estudiante levantó la vista y me miró directamente sin decir nada. No fue una mirada desafiante, en todo caso, pues yo se lo había dicho más como una recomendación que como una orden. Creo recordar que se volteó un poco, para mostrarme. Al final, resultó que era jorobado.


II.

En el colegio en que trabaja un amigo, por otro lado, él me contó que encontraron tres cabezas de gato en la mochila de un alumno. Según lo que el mismo chico confesó pretendía echárselas en la mochila a una chica que lo había engañado. Lo descubrieron porque se comportaba extraño y parecía proteger demasiado su mochila. Según entiendo llamaron a la policía para que lo revisara pues supusieron que llevaba drogas o algún tipo de arma. Tras detenerlo e interrogarlo pudieron entender toda la historia. O casi toda, en realidad, pues no supieron nada de los cuerpos de los gatos.

III.

Hace un par de semanas -a fines de septiembre para ser más exacto-, me intentó asaltar un tipo jorobado. Sacó un arma y me dijo que le entregara todo lo que llevaba. Como ni siquiera llevaba celular el tipo terminó llevándose mi mochila que no tenía prácticamente nada. Una botella con agua mineral, unas cuantas hojas impresas y un libro (no muy bueno) de Doris Lessing.

No lo miré con detenimiento, pero cuando comencé a alejarme pensé que tal vez se trataba de mi exalumno. Sé que no tenía argumento alguno -salvo la joroba-, pero con vergüenza confieso que eso fue lo que pensé.

Sobre el techo de mi casa, al llegar, poco después, me pareció ver caminar tres gatos sin cabeza.

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