martes, 8 de octubre de 2024

Un sistema solar.


F. cuenta que tres veces, durante su vida escolar, le pidieron hacer una maqueta del sistema solar. Si bien en principio le fue muy difícil, para la última ocasión descubrió que vendían un set que incluía todos los materiales (sol, planetas, base, orbitas), e incluso traía las instrucciones para armarla rápidamente, sin ofrecer mayores dificultades.

Solo debía pintar los planetas y el sol según los colores que en el mismo set se sugerían.

Pidió a su padre que se la comprase y este no tuvo mayores inconvenientes.

Luego, siguiendo las indicaciones, pintó cada uno de los planetas y el sol con un conjunto de témperas que tenía en su casa.

Según recuerda, obtuvo la calificación más alta en ese trabajo.

Así y todo, ya de regreso a casa, descubrió que había intercambiado los planetas de Venus y Marte.

Lo supo pues las esferas tenían un número que indicaba su posición y que, al parecer, su profesor pasó por alto.

No se dio cuenta, se dijo en un principio, pero luego F. comenzó a pensar que su profesor en realidad no sabía lo que enseñaba.

Fue una conclusión tajante, pero llegó a ella tras largos razonamientos en los que incluyó una serie de otros momentos, en que había sospechado algo similar.

Horas después, antes de irse a dormir, llamó a su padre y le mostró el sistema solar que había hecho y le preguntó si veía todo en orden.

Su padre dudó por la pregunta, pero luego le dijo que sí, que todo estaba bien, que era un trabajo muy bien realizado.

Le dio un beso de buenas noches y le dijo que durmiera tranquila, que mañana sería un buen día.

Papá tampoco sabe, se dijo entonces F., antes de dormir.

Nadie sabe, realmente.

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