viernes, 4 de octubre de 2024

Cuatro de Octubre.


Era un tocadiscos viejo. De esos para discos de vinilo. Se quedaba largo rato observándolos, mientras giraban. No sé bien por qué razón, pero lo cierto es que podía anticipar el tipo de sonido que vendría. No por conocer la música desde antes, sino por la observación de los surcos. Yo no le creí en principio, pero luego me hizo observar y algo -un poco al menos-, comprendí.

Por entonces debe haber tenido apenas cinco años. Resultaba extraño, pero mientras yo lo observaba ver girar el disco, no parecía que estuviese además escuchando algo. O no disfrutándolo, al menos. No compenetrándose con la música, me refiero. Pero claro, esa era la impresión que me hacía por entonces. Como si estuviese descomponiendo al momento de escuchar, y su forma de entender fuese justamente a partir de esta segmentación, y no de una comprensión que podría llamar global, o más abarcadora.

Tiempo me tomó, por cierto, confiar en su forma de comprender. Tal vez por miedo, supongo, a que me dividiese a mí también en un montón de pequeños actos, y no resultase, de esa forma, “bien comprendido”.

-Acá la aguja va a saltar, papá -me dijo una vez, mientras observaba un disco.

Me pareció emocionado de ver saltar el disco, aunque la música se cortase o se repitiese de esa forma.

-¿Cambiamos el disco? -le pregunté, luego de un rato.

Él con un gesto me hizo entender que no, que estaba bien así.

-Además nunca es igual el salto -me explicó-, puede que retroceda, pero también puede que avance y todo termine bien de igual forma…

Yo seguí entonces observándolo y él también observando el disco.

Su voz, sin embargo, es la única música que recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales