Seis fueron las caídas de la abuela al pozo.
De más está decir que sobrevivió a todas menos a la última.
De la primera, incluso, salió sin que nadie la ayudara.
Se lesionó un hombro en la segunda, la cadera en la tercera y en la cuarta se dañó parcialmente la columna.
Esa vez, según recuerdo, la entrevistaron de una radio y salió también una nota en un periódico.
Junto a la nota, por cierto, iba una foto de la abuela, sentada junto al pozo.
Tras ella aparecían también tres nietos y los dos bomberos que la lograron rescatar.
Por otro lado, en la entrevista de la radio, la abuela insistía en que no recordaba las caídas, pero todos suponían que se trataba de accidentes a raíz de sus mareos y alteraciones de presión.
La quinta caída vino poco después de aquello.
Esa vez se golpeó tan fuerte la cabeza que tuvo graves alucinaciones.
Por ejemplo, la abuela comentó esa vez que en el fondo del pozo se encontró con varias versiones de sí misma.
Una por cada caída que tuvo anteriormente, para ser exactos.
La que sale nunca he sido yo, comentó esa vez.
Y eso también, por cierto, apareció en el diario.
Así, el asunto se propagó por todo el pueblo.
Y de las caídas de la abuela hicieron incluso una canción.
La tocaron para su entierro, luego de la sexta caída.
Era una especie de ranchera.
Tal vez era demasiado alegre para un funeral, pero nadie reclamó.
Es decir, el único que reclamó fue el bombero que bajó a buscar el cuerpo al pozo.
Pero no lo hizo por la música.
Simplemente se quejaba de cosas extrañas e inconexas, que aparentemente se debían a un estado de shock.
Eso mismo, por cierto, fue lo que le provocó su muerte una semana más tarde.
Para el, sin embargo, no hubo canción.
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