I.
-Como la mujer esa que se convierte en silla en una película de Gondry -dijo V.
-¿Qué cosa es como esa mujer? -preguntó J.
-Todo -dijo V.- Todo un poco, de cierta forma.
J. guardó silencio unos segundos, pero luego volvió a preguntar.
-¿Dices que todo va a volverse una silla?
-No una silla, necesariamente -dijo V.-. Pero sí.
II.
La conversación siguió, apenas.
V. y J. parecían concentrados, uno frente al otro, pensando en algo no tan similar.
-Casi nunca dice algo, Gondry -dijo uno.
-Es cierto, casi nunca dice algo -dijo el otro.
Ambos parecieron meditar un rato en sus palabras.
-Igual todos somos Gondry, casi siempre -dijo uno de los dos.
El otro asintió, con un movimiento de cabeza.
III.
-¿Crees que son tristes las sillas? -preguntó J.
-¿Especialmente tristes? -preguntó V., a su vez.
-No -dijo J-. No especialmente. Solo tristes.
V. demoró un tanto en contestar.
-Sí -dijo entonces-. Probablemente sean tristes, pero no más tristes que las demás cosas.
-¿Qué cosas? -preguntó J.
-Las otras cosas -dijo V., señalando el entorno.
J. se dedicó entonces a observar lo que los rodeaba.
Pasaron uno o dos minutos.
-No sé si estar de acuerdo -dijo luego de observar.
V., justo entonces, ya no pudo contestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario