viernes, 19 de abril de 2024

El propósito.


I.

-Sí le hicieran una autopsia -me dijo-, estoy seguro que encontrarían allá dentro todo muy pulcro, como pasillos de supermercado... Y en el de las verduras, probablemente, todavía habrían algunas frescas, que se podrían consumir.


II.

-Sin decirlo ya lo dijo -le dije-. Así que mejor guarde silencio y no me lo repita.

-¿Qué cosa? -preguntó.

-Ya sabe -le dije-. No sé haga el hueón.


III.

Hablar de autopsias trae mala suerte, pensé, mientras los escuchaba. Y traté entonces de no escucharlos para que esa mala suerte no llegase a mí.

Sin embargo, cómo me costaba no escuchar, decidí traducir sus palabras a otro idioma.

Lamentablemente, como nunca aprendí otro idioma, debí inventar me uno, similar al nuestro, y solo entonces traducir.


IV.

Cambios de idea. Nada de orden si le hacen una autopsia. Probablemente exageré.

Además el castillo se derrumba cuando se apaga la carne.

Eso lo saben hasta los muertos.


V.

Debieses llenarte de muebles la boca, le dije. 

Llenarla y dejar todo bien dispuesto como en una casa piloto.

Dejar la lengua aplastada como si fuese una alfombra.

Luego ya verás tu cómo te mueves dentro de ella. 

Sin sacar (ni intentándolo) significado alguno de todo aquello.


VI.

Para terminar, me dijo, vas a tener que dejar de remover las cosas. Vas a tener que dejarlas estar simplemente y que se sequen la sol, aunque no haya.

Y claro: mantener todo limpio y ventilar de vez en cuando.

Así, al igual que los girasoles se voltean hacia el sol, surgirán lápidas que voltearán hacia los vivos.

Ese es, a fin de cuentas, el propósito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales