Ella me dijo que estaba buscando un trabajo sencillo.
Algo breve y poco complicado, que no la obligara a dejar de ser lo que era y que se adaptase a su funcionamiento.
Como no entendí bien lo que quería, le pedí que se explicara mejor.
Ella pareció pensarlo un poco y luego, al menos, lo intentó:
-Me imagino algo así como el trabajo de una gallina –me dijo, mirando un punto, en el infinito-, ya sabes… poner un huevo por la mañana y bueno… después seguir siendo uno, nada más, pero con el día un poco libre.
-Ya –dije yo, fingiendo tomar nota.
-Sé que suena un poco extraño –continuó-, o difícil de conseguir, pero me gustaría al menos intentar buscar algo así… ¿crees que puedas ayudarme?
La observé con detenimiento para ver si bromeaba.
Ella esperaba mi respuesta.
-Yo solo ayudo a redactar currículums y a crear tu ficha de solicitud –le dije, luego de un rato-. En eso consiste mi trabajo aquí. Pero si soy sincero todavía no sé bien cómo redactarlo. Pensando en que resulte útil, claro…
-¿Útil? –preguntó ella.
-Sí –expliqué-. Uno que te permita, justamente, conseguir trabajo.
Ella asintió.
Dejó pasar unos segundos.
Luego volvió a hablar.
-Siguiendo con el ejemplo de la gallina –dijo-, también es importante que el trabajo te permita escoger de qué forma pones el huevo, cada día. O por qué lo sustituyes, si comprendes que el huevo puede ser una metáfora.
-Ya –dije yo.
-Hay que entender que eligiendo bien la forma en qué pones el huevo –agregó-, escoges también de qué forma se desarrollará después tu vida, ya sabes, por añadidura.
-¿Por añadidura? –pregunté.
Ella asintió, alegre.
Luego le pregunté si quería agregar algo más y ella se negó. Dijo que bastaba con eso.
Yo, entonces, redacté un pequeño párrafo intentando describir de una forma más concreta su solicitud de empleo.
Se lo enseñé.
Ella se mostró conforme.
Por último, mientras se iba, pensé que tal vez debía escribir un párrafo para mí.
Y eso hice.
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