I.
Ella: De las polillas a la luz, de la luz al sol, del sol al calor, del calor al verano… y bueno, podríamos seguir así un buen tiempo hasta que alguien nos corrija.
Él: Pues yo no seré el que corrija. Poco me importan los principios de asociación, en realidad. Una vez tuve que hacer un trabajo sobre eso y fue un suplicio. Todavía lo recuerdo. Tuvimos que leer un texto en el que un tipo dividía los tres principios básicos en doce o quince más…
Ella: ¿Y sirvió de algo aquel trabajo?
Él: Por supuesto que no. Era absurdo desde un comienzo.
II.
Ella: Supongo que de todas formas hiciste aquel trabajo.
Él: ¿Qué trabajo?
Ella: Ese sobre los principios de asociación del que me hablaste el otro día… Uno que dijiste que era absurdo y que agregaba un montón de nuevos principios a los de Aristóteles…
Él: ¡Ah…, ese!
Ella: Sí, ese.
Él: ¿Qué pasa con eso?
Ella: Nada en particular. Solo digo que supongo que igual lo hiciste.
Él: Claro. Debía hacerlo.
Ella: Eso digo: debías hacerlo y lo hiciste.
Él: Por supuesto que lo hice. Por eso te hablé de él.
Ella: No te lo reprocho… Tranquilo.
III.
Él: Era distinto en un inicio, ¿no crees?
Ella: ¿Tú?
Él: No… Me refiero a todo. A la forma en que se vinculan las cosas, o los seres… o a cómo creemos que se vinculan…
Ella: Tú también eras distinto.
Él: Claro. Y tú también. Todo, en realidad.
Ella: De las polillas a la luz…
Él: Por supuesto… ¡Todo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario