I.
Nunca he entendido bien las diferencias entre las cosas.
No hablo de cosas objetivamente similares, sino de cualquier cosa en general.
En un principio no era así, y estuve varios años intentando clasificarlas sin dar con la solución.
Entonces, cansado, me vi en la necesidad de tomar una opción.
La disyuntiva que me plantee fue la siguiente:
O me sigo esforzando por encontrar criterios de diferenciación o simplemente las agrupo todas bajo un mismo concepto.
Fue una decisión sencilla.
Y es que, desde entonces, las cosas son eso, simplemente.
Cosas, quiero decir.
Y mis esfuerzos, desde entonces, se han enfocado en la comprensión de otro tipo de fenómenos.
Yo mismo, por ejemplo.
O lo que buscas tú.
II.
A pesar de lo que he dicho anteriormente, debo reconocer que me apasionan las cosas.
Rodearme de ellas, por ejemplo.
Observarlas.
Saber que puede conservarlas, entregárselas a otros o vivir incluso encerrado entre ellas.
Esto no lo decidí, por cierto, pero diría que fue el único camino que se mostró a partir de la decisión de agruparlas todas en un solo conjunto.
Sin divisiones, sin intersecciones… todas las cosas simplemente juntas y en el mismo saco.
Tal vez por eso, cuando observo, distingo de inmediato a todo aquello que me rodea que no es, esencialmente, una cosa.
Tú y yo, por ejemplo.
Y la forma en que buscamos comprender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario