domingo, 26 de enero de 2025

Se desmorona.


“La mente es un ladrón nervioso”
K.


I.

Se desmorona.

Sabe que se desmorona.

Por más frágil que sea el golpe o lo que reemplaza al golpe.

Igualmente se desmorona.

No digo, por cierto, que esté mal que esto ocurra.

Solo lo constato antes de seguir.

Como un muro de arena.

Como sensaciones apiladas.

Todo se desmorona.

Aún no, pero ya casi ocurre.

La verdad es única y sencilla:

Nada estuvo nunca sujeto a nada.



II.

No es caer, desmoronarse.

Es soltarse, más bien, y dejar de mentir.

Salir de aquello que llamamos refugio.

Y fluir, tal vez, un poco más lejos de las cosas
y de los otros.

Sí: desmoronarse no es caer.

Es, más bien, dejar de aferrarse al decorado.

Botar los soportes que nunca fueron propios.

Y descubrir de paso qué vale la pena recoger, de nosotros mismos.



III.

Ser el desmoronamiento.

Y serlo no con ánimo de derrota o de dejar de ser lo que éramos.

Ser el desmoronamiento porque es el paso previo para volver a edificarse.

Sí: bien podría ser esto una propuesta, aunque no lo es.

De hecho, puede que sea, en realidad, una advertencia.

Y es que el desmoronamiento supone riesgos.

El corazón vuelve a ser un músculo, por ejemplo.

Y el soldado sin guerra, se transforma en asesino.

¿No es caer, entonces, desmoronarse?, insistirá alguien.

Y le repetiremos que no, sin soberbia.

Todas las veces que sea necesario.

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