sábado, 9 de marzo de 2024

El hueón que bebe gratis.


Era mi segunda noche trabajando de garzón en un bar. Nos habíamos repartido los clientes y me tocaron apenas dos mesas de unas chicas que apenas bebían. Fue entonces que me percaté que atrás de todos, en una mesa pequeña, había otro tipo bebiendo solo. Y noté también que nadie se había hecho cargo de esa mesa.

-No te conviene -me dijeron cuando pedí llevarle la cuenta-. Ese es el hueón que no paga.

-¿Cómo que no paga? -pregunté.

-No paga po, hueón -me contestaron-. Bebe gratis. Siempre hay uno en los bares de por acá… Nosotros tenemos a ese. Es bastante tranquilo, en todo caso.

-¿Y lo que bebé? -pregunté-, ¿corre por cuenta del bar…?

-No -me explicaron-. La gente que viene acá conoce la tradición… Los últimos que se van del local suelen pagarle la cuenta, si es que no se la ha pagado alguien antes. Igual sale barato. Nuestro hueón que bebe gratis solo toma cervezas, y siempre pide las que están en oferta.

Observé al tipo y me percaté que era cierto.

-Es como una institución -me siguieron explicando-, nadie la cuestiona y todos sabemos que existe. Además, como te decía, en este bar el hueón apenas molesta y no tiene problemas con nadie. Va por sus cervezas a la barra, bebe solo, aunque responde si le hablas y hasta te agradece con un gesto cuando se entera que alguien ha pagado su cuenta…

Mis compañeros siguieron así durante aquella noche, explicándome la situación, hasta que me convencí que era cierto.

Además, como trabajé ahí durante un par de semanas, pude corroborarlo.

Luego de ese tiempo, decidí renunciar a mi trabajo y traté de convertirme en el hueón que bebe gratis, de algún bar.

Lamentablemente, descubrí que cada uno de estos tipos defendía a muerte su puesto, y que incluso se defendían entre ellos.

-Igual puedes anotarte en una lista -me dijo uno, sintiéndose culpable después de quebrarme una costilla-. Hay como cuarenta en espera eso sí, para cuando se retire alguno…

Acepté. El tipo sacó una libreta y me pidió los datos. Luego hizo una llamada y me dijo que esperara.

-Ya está -me dijo, luego de un rato-. Estás en el puesto cuarenta y cuatro.

-¿Y eso qué significa? -pregunté.

El hombre me observó y se quedó en silencio.

Yo lo observé, mientras tanto, y pensé que no era un mal tipo.

Supongo que no quiso alimentar mi esperanza.

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