-No sé explicar bien cómo -me dijo-, y tampoco es lo importante, pero en el asunto de los colores las cosas suceden así:
-Espera -interrumpí-, deja tomar nota.
Luego de unos segundos, continuó.
-No es lo primero que ocurre -señaló-, pero partiré diciendo que el azul se sujeta al aire y lo demás cae y se esparce por el mundo.
-¿Lo demás? -pregunté, mientras pasaba por escrito sus palabras.
-Sí, los demás colores -aclaró- Los que no se sujetan en el aire.
Esperó a que yo anotara y luego siguió.
-A veces llueve para que el azul baje también hasta la tierra y se establezca entonces un flujo entre los colores -dijo-. Gracias a ese flujo los colores se mantienen frescos… y la frescura de los colores es lo que algunos, aunque sin entender muy bien, denominan vida.
Yo hice un gesto para que hiciese otra pausa, y terminar de escribir.
Cuando lo hice, me atreví a preguntar:
-¿Y en el espacio, qué ocurre?
-¿Qué espacio? -me preguntó a su vez.
-Afuera del mundo -intenté explicar-, ¿qué es lo que ocurre con los colores fuera del mundo?
-No entiendes -me contestó-. No hay afuera del mundo.
-Pero… -insistí-, ¿desde dónde caen los colores…? Tú dijiste que el azul se sujetaba al aire y lo demás caía…
-No comprendes -volvió a decir-. Y no comprendes porque, sin saberlo, menosprecias lo que hay en ti y te es difícil, además, aceptar lo que a ti regresa…
-¿Por qué me es difícil hacer eso…? -pregunté.
-Por la misma razón que a todos -me dijo-. No te angusties. Voy a decírtelo, pero no lo escribas.
-Gracias -dije yo.
Y le hice caso.
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