jueves, 19 de mayo de 2022

No lo escuché, es cierto.


Si lo dijo antes, no lo escuché. O no sé, realmente qué ocurrió. No miento. Tal vez no le presté atención pues supuse que no me lo decía a mí. Traten de entender. Nunca nadie me dice nada a mí. Años y años y nunca nada a mí. No a mí, especialmente, me refiero. Solo me llegan mensajes comunes, que bien pudieron tener otro destinatario. Yo los recojo, por supuesto, y hasta a veces los respondo. Sigo el juego, digamos, pero sé que es juego. Supongo que todos lo hacen. O eso me parece, al menos, cuando los observo. Y claro… en medio de aquello resulta que alguien dijo realmente algo. Y ahora quieren culparme a mí porque no oí. Porque no presté atención y resulta que el mensaje aquel supuestamente me fue dirigido y ahora yo debía… ¿qué? ¿reenviárselo a ustedes? ¿Cómo se supone que yo podía saber aquello? Si ni siquiera comprendo totalmente quiénes son ustedes ni esta supuesta jerarquía que han establecido, aparentemente, sobre mí. No es que la ponga en duda, pero les pido que entiendan algo básico. Todo lo que les digo es cierto. Anónimamente cierto, como todas las certezas a las que tenemos acceso. Cierto para todos, me refiero. Hasta ahí, simplemente, es lo que sé. Si lo dijo o no lo dijo, no lo escuché. Me lo perdí. Se me pasó la vida, digamos, sin escucharlo.

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