jueves, 13 de agosto de 2020

Sobre el agua (II).


En la casa de un tío,
recuerdo,
había una ilustración de Jesús
caminando sobre el agua.

Era una imagen imponente,
de gran tamaño,
centrada únicamente (como decía)
en Jesús caminando sobre el agua,
es decir,
no se veía mucho más en la imagen
nada de paisaje ni contexto
solo una figura,
parada sobre el agua.

Como la imagen estaba colgada en un cuarto
en el que me quedé a dormir
algunas veces
(y como ya entonces dormía muy poco)
recuerdo haber observado durante varias horas
aquel cuadro.

Y es que de cierta forma me incomodaba,
pero no me atrevía a decirlo
pues era Jesús, supuestamente,
quien aparecía en la imagen,
y yo era pequeño
y pensaba que era malo cuestionarlo.

Así y todo,
supongo que al crecer un poco
comprendí que lo que me incomodaba de la imagen
era lo poco natural de todo aquello;
me refiero a lo profundamente extraño
e injusto
que sería para mí, por ejemplo,
si quisiera hundirme en el agua
y no pudiera.

Ocurrió desde entonces
que al mirar aquella imagen
viese yo a alguien sufrir,
porque posiblemente sentía
con sus pies sobre el agua
que no era un hombre como todos,
y yo imaginaba que en el fondo
él quería serlo.

Luego de sentir que comprendía,
intenté explicarle aquello a mi tío
todo aquello,
quien me observó molesto
y no comentó nada.

No sé si fue debido a eso,
o si tal vez lo expliqué mal,
pero lo cierto es que nunca más
volvieron a invitarme.

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