viernes, 12 de septiembre de 2025

Te lavas las manos por costumbre.



Te lavas las manos por costumbre, antes de empezar.

No importa a qué has de empezar, lo importante es que te las lavas.

Con una, lavas a la otra y luego se invierte el turno.

Eso observas, al menos, esta vez.

Te detienes incluso sorprendido notando los detalles.

Observas, por ejemplo, que no se lavan entre las dos.

No al mismo tiempo, al menos.

Y claro, piensas incluso que es incorrecto decir que “te lavas las manos”.

Es decir, son ellas las que se lavan (una a otra), a fin de cuentas.

Tú las observas, simplemente, pues no tienes otra forma (que no sean ellas mismas) para lavarlas.

De cierta forma soy un inútil, te dices, aunque sin sufrir.

Y te resulta extraña la forma en que descubres estas cosas.

Sonríes, ahora, pensando que tal vez, si observas otras de tus acciones, descubras algo similar.

Un funcionamiento que revele que el engranaje no es, exactamente, como creías.

Es como desmontar el reloj, te dices, con cierto reparo.

Con incluso un poco de miedo de no poder dejar todo como estaba, si sigues hurgando donde no debes.

Además, recuerdas, tu ibas a empezar algo…

Para eso te habías lavado las manos.

Observas el agua correr mientras te secas las manos.

Que extraño orden de cosas, te dices.

Algo no está bien, acá.

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