“Te parece excesivo
Que esta tempestad pendenciera
Nos perfore los huesos”
W. S.
I.
-¿Y qué haces tú?
-¿A qué te refieres?
-Qué haces si fueras Lear… ¿vas hacia las fauces del oso o al mar embravecido?
-¿Qué hago o qué haría?
-Es lo mismo, aunque parezca que no.
-Pues no sé. Probablemente antes hubiese dicho que al mar embravecido.
-¿Y ahora?
-Ahora sin duda hacia las fauces del oso.
-¿Le temes más al mar embravecido?
-No, para nada… De hecho, del mar tengo más opciones de salir vivo.
-¿Y entonces?
-Para mí está claro: luego de salir puede que aún esté el oso.
-Es cierto. Aunque también puede que no.
-Igual no soy Lear, así que poco importa.
-No importa poco. No si están el oso y el mar embravecido.
-Aunque estuviesen, poco importa.
-Mientes como Lear, ¿sabes?
-No… para nada. Ese no soy yo.
II.
-¿Sabes…? A veces pienso que las fauces del oso son un poco como nuestras propias fauces.
-¿En qué sentido?
-No sé en qué sentido… pero pienso en los dientes que se clavan en la mano del que entrega el alimento.
-¿Y qué es lo que piensas sobre eso?
-Pienso que por lo general son nuestras propias manos las que se dedican a eso.
-Pues esa es una imagen, no un pensamiento.
-Siempre ocurre así cuando se tornan en palabras.
-…
-Ya ves… ocurre igual que con Lear.
-No igual.
-De acuerdo… no igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario