Me levanté más temprano que de costumbre y decidí salir a caminar. Recién había amanecido y no andaba prácticamente nadie en las calles. Todavía estaba fresco y había una brisa agradable en el lugar.
Apuré el paso.
Fue así que llegué hasta la avenida que está a unas cuadras de mi casa. Una vez ahí, observando, descubrí que los semáforos estaban funcionando mal. De hecho, los semáforos de las calles perpendiculares -incluido el cruce principal-, estaban funcionando erróneamente sincronizados.
Es decir, todos los semáforos daban verde o rojo al mismo tiempo, sin importar que fuesen de calles opuestas.
Esto puede producir graves accidentes, me dije.
Entonces, para evitarlos, me decidí a llamar a carabineros y explicarles qué ocurría.
-¿Hay heridos? -me preguntaron.
-No -contesté.
-¿Muertos?
-Tampoco.
-¿Calles bloqueadas a partir del accidente?
-El único accidente que hay hasta ahora es el de los semáforos.
-¿Vandalizaron y destruyeron los semáforos?
-No -le digo-, me refiero a que no funcionan bien, están desincronizados.
Se quedaron en silencio un rato.
Luego me transfirieron con otra persona. Me pidieron la dirección exacta y otros datos.
Al parecer estaban chequeando el funcionamiento.
-Todo esta bien -me dijeron luego de un rato-. El problema es suyo.
-¿A qué se refiere?
-Los semáforos funcionan correctamente -señalan-. El problema es suyo. La desincronización, digamos.
-…
-No se preocupe, pasa de vez en cuando.
Esperé unos segundos mas y colgué.
No quise volver a mirar los semáforos.
No todo es una lección, me dije.
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