Me dijo que no había dormido nada. Que lo había intentado, pero no lo logró. En un momento estuvo a punto, según contó, pero se levantó a buscar una pastilla y de tanto buscarla se le pasó el sueño. Al parecer había tenido que encender luces y revisar en varios cajones, y eso la llevó a distraerse con otras cosas. La pastilla, por supuesto, era para dormir. Eran verdes y pequeñas, según me dijo. Estaba segura que tenía dos.
-¿Y con qué te distrajiste, al final? -le pregunté.
-Con cosas chicas -me dijo.
Como la miré insistente, ella detalló:
-Fotos antiguas en un cajón, una libreta de apuntes, una baraja de tarot que no recordaba que tenía…
-¿Una baraja de tarot? -interrumpí.
-Sí… tenía dibujos acuarelados… estaba en una caja de madera -me dijo-. Estoy segura que no es mía.
-¿Podría verla? -le pregunté.
Ella asintió.
Luego fue hasta el cuarto y la escuché mover cosas. Pasaron varios minutos así.
Llegó poco después diciendo que no estaba.
-Tampoco estaban las fotos antiguas ni la libreta de apuntes -agregó-. Y mira: encontré las dos pastillas verdes.
Extendió su mano y me las pasó.
-Entonces sí dormiste -le dije, mientras las miraba.
-¿Cómo…?
-Debes haber soñado con lo otro -ella parecía sorprendida-. No te preocupes, a mí también me pasa.
No parecía convencida, pero al menos no seguimos hablando de aquello.
-¿Nos repartimos las pastillas? -preguntó entonces.
-De acuerdo -contesté.
Nos tomamos una cada uno. Extrañamente sobró una.
Luego de esto nos quedamos en silencio, esperando que las pastillas hicieran efecto.
-¿Sabes que en una de las fotos de anoche salías tú? -me preguntó entonces.
No recuerdo qué le respondí.
Luego, supongo, nos quedamos dormidos.
O algo así.
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