Hablaban desde hacía rato.
Pero tengo poco tiempo así que les cuento desde aquí.
-¿Qué el universo es un todo y está en equilibrio? No lo creo -dijo J.-, para equilibrar algo se necesitan dos, al menos, y luego que uno de esos dos se equilibre en relación al otro… un todo no puede tener equilibrio en sí mismo… ¿en relación a qué, me refiero, estaría equilibrado…?
-Esa es solo tu visión -lo interrumpió K., algo molesto-; esa es tu visión, pero puede existir otra manera de entender el concepto de equilibrio… y entonces la idea de unidad, o de un todo como le llamas tú…
-Yo no le llamo así… -lo interrumpió J.-, me limito a repetir esa palabra pues así lo escuché de los otros… y me pareció incompatible con el concepto de equilibrio… y no con “mi concepto” sino con el concepto en sí… equilibrar no es estar, no es permanecer fijo y en relación a nada… equilibrar es un verbo de acción que supone regular dos elementos…
-¿Dos elementos opuestos, vas a decir ahora?
-Para nada. Iba a decir complementarios. Pero no complementarios porque formen un todo, sino justamente porque logran, siendo dos, mantener un equilibrio, permitiendo la existencia plena del otro de esa forma… y revelando de paso el equilibrio mismo…
-El equilibrio como un todo revelado -insistió K.
-El equilibrio como la revelación de la ilusión del todo -contestó J.-, de la demostración de la no necesidad de la unidad como un origen o un fin…
-No tienes idea de qué hablas -sentenció K.
-Puede ser -admitió J.-, pero eso justamente es lo que fortalece la verdad de lo que digo… la existencia fuera de mí, me refiero, respecto a aquello que digo...
-¿Y entonces?
-Entonces la verdad deja de existir como una conclusión surgida por mis ideas… sino que existe más bien como un otro, en definitiva… Un otro en equilibrio.
-¿Y en equilibrio con qué, según tú? -preguntó ahora K.
-En equilibrio con quien cree en ella… con quien sostiene y se sostiene en ella -finalizó J.
Luego no hablaron más.
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