jueves, 1 de marzo de 2018

Un trozo de cinta, en la billetera.


Generalmente es a la sexta cerveza que los borrachos comienzan con sus historias más inverosímiles. El de anoche, por ejemplo, me contó que su novia hacía gimnasia artística y que se había estrangulado en un ensayo, haciendo una pirueta, con una cinta. No le creí, por supuesto, pero buscó en el celular y me mostró noticias, fotos y hasta un trozo de la cinta que llevaba de recuerdo, en la billetera. Fue entonces que dudé por un momento así que le di el pésame, pero él no lo aceptó ya que su novia, según señaló, estaba viva. Se estranguló y casi murió, me dijo, pero lo cierto es que logré salvarla. Me quedé en silencio y tomé otra cerveza. A sorbos cortos, la tomé. Tal vez eso reveló mi escepticismo, porque me dijo de golpe que fuéramos a verla. Vivimos en los departamentos de ahí al lado, me indicó mientras apuntaba con el dedo. Media hora después estábamos en el ascensor. Él marco el último piso y llegamos en un instante. Antes de entrar voy a tener que vomitar, me dijo, mientras lo hacía en el macetero de un gomero, que estaba en el pasillo. Luego entramos. El departamento era más grande de lo que esperaba. Recuerdo que caminamos varios pasos dentro antes de llegar al cuarto donde estaba acostada la mujer. Estaba despierta. Nos miraba fijamente, desde la cama. Tuve que traerlo porque tampoco creía, le dijo el hombre. Generalmente les pasa a la séptima cerveza, agregó, y piensan que cualquier dolor que no sea el propio debe ser inventado. La mujer no dijo nada, pero me fije que babeaba un poco y que su mirada estaba algo desorbitada. Extrañamente, por mi parte, aún me negaba a creer la historia de aquel tipo. No voluntariamente claro, pero no podía creer. Dile que te estrangulaste con la cinta, le dijo entonces el hombre. Cuéntale cómo fue el accidente, insistió, mientras la remecía bruscamente, sobre la cama. Justo entonces, antes que ella pudiera decir o intentar decir algo comenzó a temblar.  Recuerdo que las paredes se movían y que cayeron cosas al piso. Desperté al otro día en el vestíbulo. No recuerdo nada más.

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