martes, 6 de junio de 2023

Golpearon la puerta y yo abrí.


I.

Golpearon la puerta y yo abrí.

Sin embargo, con el tiempo descubrí que no abrí la puerta correcta.

Solo había una, pero igual fallé.

Aunque no fallé por mucho, en todo caso.


II.

¿Qué ocurrió entonces?

Ahora se los digo:

Ocurrió que al otro lado de la puerta había un tipo extraño.

Un poco como yo, tal vez, pero más extraño.

Bienvenido, me dijo, en vez de pasar.

Y yo sonreí, pues pensé que bromeaba.


III.

Desde entonces ha pasado el tiempo.

Por supuesto, ahora sé que no bromeaba.

Ni el entró ni yo salí, desde aquel primer encuentro.

Me mantuve firme, digamos, sin ceder a sus caprichos.

Aunque sospecho que él piensa exactamente lo contrario.


IV.

Ambos envejecimos.

Incluso la puerta, entre ambos, envejeció un poco.

De igual modo, nos saludamos cordialmente, mientras “hacemos nuestra vida”.

Yo ya me acostumbré y prácticamente no me incomoda su presencia.

Él tampoco, por cierto, parece preocupado.

De todas formas, ambos seguimos atentos al otro espacio.

Y es que cada uno piensa, supongo, que es un poco el guardia del otro.

Nos vigilamos, en definitiva, pero nunca cuestionamos lo que somos ni lo que vemos.

Así, cualquier observador ingenuo podría decir que tenemos la misma función y jerarquía.

Pero yo fui el que abrió la puerta.

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