Ni en pozos ni en montañas.
Hoy decido ascender y descender entre mis cosas.
Eso hago.
Las subo y las bajo de un piso a otro.
Las cambio de sitio hasta que siento que encuentran su lugar.
O al menos, hasta que se acercan a él.
Lo hago una y otra vez, por cierto, hasta cansarme.
O hasta alcanzar algo que pueda considerar –al menos yo-, como un avance.
Ni en pozos ni en montañas.
Esto es más urgente, me digo.
Encontrar el sitio de las cosas.
La posición correcta, la altura, y hasta la compañía adecuada.
Es como ubicar órganos en un ser vivo.
O un ser que debe vivir, al menos, si ubico todo en el orden correcto.
Ya saben: ordenarlabiblioteca, como se llamaba en principio, todo esto.
Hacerlo para luego dejarlas vivir por su cuenta.
Lejos de mí, incluso, de ser necesario.
Después de todo, la propuesta es simple.
La propuesta y el propósito, en realidad.
Cada cosa, simplemente, donde debe estar.
Y claro, cuando todo esté en su sitio, me digo, yo también encontraré el mío.
Este es un secreto, por supuesto, pero como a nadie le interesa lo digo igual.
Ni en pozos ni en montañas, lo digo.
Aquí, entre mis cosas.
Eso hago.
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