-Lo fundamental aquí es descubrir el conocimiento pleno de la causa, -dijo-. Y es lo fundamental pues a través de aquel conocimiento… de aquella comprensión, podemos llegar a resolver de forma definitiva todo lo que puede ser considerado como una dificultad o un problema…
-¿Qué tipo de problema? -pregunté.
-Cualquiera -contestó rápidamente-. Y no solo un problema concreto, sino de todo aquello que puede llegar a ser considerado de esa forma.
Hice una pausa, tratando de comprender de mejor forma aquello que proponía. Luego pregunté:
-¿Y entonces…? ¿Qué es lo que vendes? No comprendo.
Él me miró, fingiendo condescendencia.
-Antes de vender, regalo -dijo entonces, deteniéndose a explicar su propuesta como si se tratase de un proceso.-. Y lo que regalo, en primer término, es una verdad: es necesario tener conocimiento pleno de la causa. Luego de atender a esta verdad, por supuesto, puede que tenga lugar una pequeña transacción… ventajosa para usted, por supuesto, y que puede amoldarse a sus posibilidades… De esta forma, esa pequeña transacción le permitirá, finalmente, comprender paso a paso como se llega al conocimiento pleno de la causa…
-Espere -le dije-, pero en concreto… ¿me está vendiendo un manual…? ¿un curso?
-Le estoy regalando una verdad, recuerde eso… -se defendió-. Luego transamos las condiciones para un acompañamiento, desde el reconocimiento de todo aquello que podemos llamar “consecuencias”, hasta lo esencial que es el conocimiento pleno…
-De la causa -lo interrumpí.
-Sí, de la causa -contestó, con un tono distinto, como si hubiese comenzado a resignarse.
Nos miramos por un momento.
-¿Desistirá de esta oportunidad, cierto? -preguntó.
Yo asentí.
-¿Cree que a alguno de sus vecinos podría interesarle?
Observé las casas que habían cerca de la mía, pensando en aquellos que vivían dentro: en la profesora retirada, en el ex militar, en la cubana que se cambia de ropa frente a mi ventana y hasta en la señora de pelo morado que había participado en un reality.
-No creo -le dije-. Tal vez podría intentar en la otra calle.
Él respiró hondo, antes de irse.
-Gracias -dijo sonriendo-. Puede que haya rechazado usted al vendedor, pero no menosprecie mi regalo.
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