I.
Una estudiante me pregunta si Anna Ajmátova usaba o no usaba sombrilla.
Yo le digo que no sé, y luego le pregunto para qué quiere saberlo.
-Quiero hacer un dibujo de ella -me contesta.
Debiese preguntarle por qué o para qué quiere hacer ese dibujo, pero no lo hago.
En cambio, le recomiendo que haga dos dibujos, uno de Anna Ajmátova con sombrilla y otro de Anna Ajmátova sin sombrilla.
Mi estudiante no parece convencida.
-Lo que pasa es que solo quiero dibujar a la verdadera Anna Ajmátova -me dice.
-Entiendo -le digo yo.
Pero lo cierto es que no entiendo una mierda.
II.
Habíamos leído a Anna Ajmátova unas semanas atrás.
Apenas un par de poemas y un texto biográfico que se relacionaba -hasta cierto punto-, con el contenido de esos mismos textos.
Prácticamente nadie se había interesado en la lectura -como siempre-, por lo que el caso de esta chica, me sorprendió.
Así y todo -ya tengo el desencanto bastante impregnado-, no volví a preguntarle al respecto y terminé por olvidar aquel asunto.
Eso hasta que un par de días después, encontré en la pizarra de la sala, al entrar, un dibujo de una mujer con una sombrilla y las siguientes letras a un costado LVAAA.
La verdadera Anna Ajmáatova, me dije.
III.
Intenté no borrar el dibujo y utilizar solo el resto de la pizarra.
Ningún estudiante comentó mi actitud ni tampoco dijeron nada sobre el dibujo que ahí había.
Incluso la chica que -supuse-, lo había dibujado, no daba muestras de haber realizado nada en especial.
Hora y media después, luego que los chicos salieran a recreo, me quedó solo frente a la pizarra.
Tras pensarlo un poco, decidí que era mejor que yo borrase aquel dibujo, en vez que lo hiciese el próximo profesor que entrase en la sala.
Tomé entonces el borrador y lo hice.
Dejé la pizarra blanca, casi perfecta.
Solo permanecían en ella las letras LVAA.
Y es que no sé por qué, pero lo cierto es que no me atreví a borrarlas.
La verdadera Anna Ajmátova, me dije.
Finalmente, respiré hondo, y me fui del lugar.
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