Un hombre intenta mover un caballo. Está montado sobre él. Lo toma de las riendas, pero el caballo no se mueve. Otro hombre lo observa.
-Yo no quiero, pero mire. Me obliga.
-¿Lo obliga a qué?
-Pues a eso… ya sabe… no me haga decirlo.
-¿A golpearlo?
-No es eso exactamente, pero sí. No sé qué más hacer.
-¿Ya probó con una moto?
-No. No tengo.
-Lo lamento.
-Además, estoy sobre un caballo y no sobre una moto.
-Es cierto. Bajo usted hay un caballo.
-Así es. Un caballo terco.
-¿Ese es el nombre del caballo?
-No.
-¿El color, entonces?
-No. Tampoco.
-Entiendo.
-Ayer me pasó lo mismo. Estuve seis horas sobre el animal y solo avanzó unos pasos, cuando quiso.
-¿Cuando quiso qué?
-Pues no sé… me refiero a que el caballo avanzó cuando quiso.
-¿Con usted arriba?
-Sí, conmigo arriba, pero solo fueron unos pasos.
-¿Y está seguro que fue cuando él quiso?
-¿A qué se refiere?
-A que tal vez avanzó cuando no quiso…
-Y entonces, ¿cuando quiso no avanzó?
-Eso no podemos saberlo. Lo importante son los pasos.
-Así es. Eso pensé yo, para darme ánimos.
-¿Y hoy?
-Pues hoy nada. Y no quiero tener que… bueno… pues ya sabe…
-¿Golpearlo?
-Así es. No quiero.
-Piénselo así: sin latigazos, Jesús no llevaba la cruz a ningún sitio.
-¿Eso cree usted?
-Eso creo.
-Puede ser… pero no sé… creo que le daré una chance más de avanzar sin golpes.
-¿Una chance más?
-Sí. Una hora más, digamos. Luego ya veremos.
-¿Veremos?
-Sí. Ya veremos luego.
-¿Y qué va a hacer mientras?
-Pues no sé… decidir a dónde quiero que me lleve, tal vez.
-Sabia decisión.
-Gracias. Si quiere puede usted acompañarme.
-¿Se refiere a que me quede aquí y espere con usted?
-Así es. Espere usted. Pero en silencio.
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