-No se ve el faro.
-¿Qué?
-Que no se ve el faro. Ya está oscuro y no se ve. Mira…
-¿Y qué quieres que mire si no se ve el faro?
-Pues mira en la dirección del faro… ¿no recuerdas dónde estaba?
-Claro que recuerdo, pero no se ve.
-Exacto.
-¿Exacto qué?
-Que es exactamente lo que te decía. No se ve el faro.
-Es cierto, pero igual debe estar…
-¿Cómo…?
-El faro. Aunque no se vea debe estar.
-Claro, nunca he dicho que no esté, solo que no se ve.
-Entonces dilo bien. Lo que no se ve es la luz del faro, no el faro.
-¿Acaso puedes ver el faro?
-¿Ahora?
-Sí, ahora.
-Pues no, no puedo, pero…
-Entonces tengo razón. Ya ves que no se ve el faro.
-Enredas todo…
-No enredo nada, a ti te gusta discutir, nada más.
-No es cierto, me gusta ser preciso.
-Nadie es preciso.
-El faro era preciso.
-Pues ya ves… ahora se apagó y ya no hay precisión.
-…
-¿Quieres que investiguemos?
-¿Lo de la luz del faro?
-Sí. Podríamos ir e investigar…
-Pero sin la luz del faro es peligroso… No se ve nada y las rocas…
-Obvio… si se viera bien habría luz, y no tendríamos qué investigar.
-…
-¿Vamos?
-No sé… no descubriremos nada.
-Da igual. Ese no es el punto.
-¿Y cuál es?
-Vamos… si me acompañas, te digo.
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