miércoles, 22 de mayo de 2019

Un molde humano.


Ella explicaba que todas aquellas cosas eran como un molde. Un molde humano, decía. Yo no entendía bien y ella se esforzaba por facilitar mi comprensión. No está mal todo esto, continuaba. Estas cosas nos dan forma. Como la huella que deja tu cuerpo en la cama, decía. Los libros que has leído. Las películas que has visto. Los pequeños recuerdos de los lugares visitados. Tenerlas aquí está bien. Recuerdan tu forma. Tu peso. No te deshagas de nada. Caóticas o no han sido tu molde. Tu molde humano. No es que tu significado esté en ellas ni que tu significado limite con ellas. El significado es más bien algo sin importancia. Algo fijo. Tú y tus cosas son en cambio un molde vivo. Ambos se dan forma. Tú con tu orden que no acaba y las cosas simplemente con estar ahí. Con la importancia que les da el estar ahí. Es importante que estén… tú lo sabes. Son tu molde humano.

Yo la escuchaba y si bien agradecía sus palabras, también es cierto que me apenaba todo aquello. Y es que la idea del molde me sonaba también a estancamiento… o incluso a tumba. No se lo dije a ella, claro, pero de todas formas pareció entender, pues se rio un poco restándole importancia e insistió con sus ideas.

La tierra en que plantas la semilla también es un molde, me dijo. No creas que encierra o que limita en todas direcciones. Solo entiende que el molde tiene tu forma. Y está ahí para que no la olvides. Yo también tengo un molde y lo aprecio, dijo. Y es bueno volver a él como a la huella que tu cuerpo dejó en algún sitio…

Un molde humano, dije entonces, empezando a comprender.

Exacto, dijo ella. Un molde humano.

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